“La inseguridad no es sólo un asunto de tipo policial”

 “El despliegue del personal en la vía pública ya no reposará en decisiones autónomas de las comisarías, para así evitar decisiones erradas o interesadas”. Se refería a las quintas, tal como en el lenguaje canero se le dice a las paradas dispuestas unilateralmente por los comisarios en base a arreglos previos con los comerciantes. También reveló que la nueva distribución operativa fue concebida según las prioridades que plantea el mapa del delito confeccionado por el área de Inteligencia Criminal de la cartera. Dicho relevo –aclaró la ministra– se hace “en colaboración con la Policía Federal y con datos aportados por las 30 mesas barriales de Participación Comunitaria en Seguridad, que funcionan desde abril”. Ésto último, a todas luces, constituye una experiencia sin antecedentes en el país.


–En vista a la psicosis que suele haber en el tema de la inseguridad, ¿cuál es la percepción que tienen del asunto quienes participan de estas mesas barriales? 
–La opinión pública estuvo influenciada por el amarillismo de los medios; si un mismo asalto lo dan diez veces en el mismo canal de noticias, se potencia el miedo. Es muy importante que los ciudadanos se sienten en una mesa, que vean las verdaderas tasas de delitos. Y que sean ellos mismos los que contribuyan a esclarecerlos. Porque más de una vez la gente no hizo la denuncia pero el delito existió. Entonces, que alguien nos diga que, acá, en tal esquina hay muchos arrebatos, es un gran punto de partida. La gente ahora trae esa información. Y también vigila el trabajo policial. En fin, nos alerta sobre los incumplimientos o las transgresiones que puedan incurrir. Y las complicidades con el delito. A la vez, hay que entender el problema en toda su complejidad: junto al crimen organizado, muchos delitos tienen también una clara vinculación con la pobreza.
–¿Las fuerzas policiales están formadas para abordar las manifestaciones sociales del delito?
–Es necesaria la implementación de policías de pacificación; es decir, especialistas en mediaciones, entre otras cosas. Lo cierto es que muchos delitos a veces se ven favorecidos por temas de conflictividad intervecinal, o familiar. Tenemos la mayor tasa de homicidios en esos ámbitos, en zonas muy marginales, de mucha pobreza, donde hay muchos jóvenes que no trabajan ni estudian. Antes de que nosotros tengamos que aplicar la represión del delito, en realidad, habría una cantidad de tareas sociales por hacer.
–Disculpe, ¿la mayoría de los homicidios se cometen en ese contexto?

–Más de la mitad de los homicidios son en el ámbito familiar o vecinal; entre personas que se conocen que finalmente dirimen las cosas violentamente. Esto no es sólo acá en la Argentina, sino en todos lados. Es muy alta la tasa de homicidios en la mayoría de los países. En algunos, como ahora en México, la tasa está superada por otro tipo de situación de violencia muy grave, más vinculado al delito complejo, organizado. En las zonas marginales tiene que entrar un policía de determinadas características y es muy importante que tenga la formación. Los brasileños ahora cuando intentaron empezar a tomar el control de las villas y expulsar a los narcotraficantes se dieron cuenta de que, además del grupo de elite que entraba y sacaba a gente narco, había que tener después una policía que tuviera capacidades, que no podía ser el grupo de elite que iba armado hasta los dientes. Acá estamos preparando también ese tipo de cosas.
–Octubre es un mes en el que se empieza a pensar en los próximos años, ¿cuáles serían los ejes de la política de seguridad nacional en el futuro?
–Afirmar el control político sobre las fuerzas de seguridad. Ese es un eje fundamental, dado que dicha subordinación estuvo ausente durante mucho tiempo. Las fuerzas de seguridad tomaron una autonomía exagerada en la toma de decisiones. Ello ha sido muy negativo para las propias fuerzas, sobre todo en el caso de la Policía Federal. De modo que es importante profundizar la depuración de sectores policiales que puedan estar comprometidos con el delito o tener algún nivel de corrupción.
–Más allá del reemplazo de cuadros policiales sospechados por otros confiables, ¿cómo se aplicarían tales cambios, desde el punto de vista estructural?
–Estamos finalizando la transformación de los planes de estudio, para que se inculquen, verdaderamente, los principios de derechos humanos y el respeto a la Constitución Nacional. Pero, además, para lograr una mayor profesionalización en tareas específicas; es decir, las que tienen que ver con la prevención, investigación y la lucha contra el delito en general.
–¿De qué manera la cúpula policial asimiló estos cambios? 
–No les he preguntado a los comisarios si les gustan estos cambios o no. Creo que siempre existe una resistencia inicial a todo cambio. Más, en este tipo de instituciones. Algo parecido pasó en las Fuerzas Armadas. Sólo que las agencias policiales, al no estar militarizadas, tienen niveles de indisciplina de otra naturaleza, los cuáles hasta incluían el funcionamiento autónomo de determinados grupos dentro de la institución. En tal sentido, supongo que, inicialmente, nuestra política no causó beneplácito en ciertos jerarcas. Sin embargo, creo que hay una comprensión de que esto es inexorable. Hay una comprensión de que el Estado no puede renunciar al control de instituciones tan importantes y necesarias como estas. Pasa en todos los países modernos, en donde las autonomía policial se ha ido corrigiendo. Repito, hay que considerar que este proceso es inexorable.
–En estos cambios, ¿qué lugar ocupa la modernización de las agencias policiales? 
–Tomemos el caso de la Federal. Son casi 50.000 mil hombres. Todo es muy difícil, pero posible. Estamos impulsando desde el Ministerio un área de Inteligencia Criminal, con especialistas en escuelas de Inteligencia Criminal. Porque acá la Inteligencia no era criminal; era otra. Y hoy para poder combatir el crimen organizado necesitamos un banco de datos fieles. Necesitamos Inteligencia Criminal con especialistas en estos temas que nos vayan ayudando a desentrañar las redes, las rutas. También hay que incorporar tecnología. Hay que incorporar, scanners y otros elementos. Hay una colaboración que estamos recibiendo de las Fuerzas Armadas. Una colaboración logística permitida por la Ley de Defensa y Seguridad, para poder detectar vuelos o vehículos que puedan estar en zonas de acopio de drogas, en las zonas más selváticas o zonas de monte.
–¿Lograron resultados con la presencia de Prefectura y Gendarmería en los barrios del sur de la Ciudad?
–Excelentes resultados. Primero, la gente sintió el recambio como algo muy alentador, muy esperanzador, porque había desconfianza hacia la policía. Al personal de la Federal que sacamos de ahí lo redistribuimos en lugares donde faltaba; entonces, bajó claramente la tasa de delito en esas zonas. Esto nos llevó rápidamente a una deducción casi obvia: que algún tipo de delito podía correrse a la jurisdicción de al lado, donde a lo mejor había menos presencia, menos saturación de efectivos de Gendarmería y Prefectura. Lo que hicimos fue reforzar la presencia policial y las paradas en las zonas aledañas: Liniers y Mataderos. Ahora estamos analizando incluso la división de algunas de esas comisarías que están ahí, que tienen jurisdicciones muy grande. Por ejemplo la comisaría 44, de Liniers, tiene 940 manzanas.
–¿Cómo establece este Ministerio las relaciones con fuerzas de seguridad provinciales, cuyas autoridades políticas no tienen una visión del tema distinta a la de ustedes?
–Mediante acuerdos políticos. Hasta ahora hemos logrado unificar algunos protocolos de actuación; por ejemplo, el de manifestaciones públicas. La mayoría de las provincias ya han firmado. Es decir, que tenemos ahí ya un protocolo de actuación similar, creo que quedan tres o cuatro, no tengo la cifra exacta de lo que resta firmar. Pero en la próxima reunión vamos a seguir con delitos muy graves como la trata de personas. Tenemos que tener protocolos comunes de actuación, porque si bien ese es un delito federal, y básicamente la Policía Federal es la que interviene, también hay cosas que desarrolla la policía provincial y nosotros tenemos que actuar y volcar la información de la misma forma. Además, hay que prestar a veces una colaboración, porque por ahí ha desaparecido alguien o se descubre un caso de trata en algún lugar y necesitamos que las autoridades policiales locales estén advertidas. Se trata de controlar todos los tipos de ramificación de un delito. En fin, eso es parte de nuestro gran desafío.

• “LA SEGURIDAD ES SIEMPRE SOCIAL” 
–¿Cómo es la dinámica de las mesas barriales de Participación Comunitaria en Seguridad?
–“Actualmente, funcionan más de 30. Se reúnen semanalmente. Yo he ido a algunas de las reuniones, se habla y se discute todo democráticamente, con buen ánimo, buen clima, tratando de llegar a soluciones. Esto, desde luego, ha permitido que se tomara contactos con otros ministerios como Desarrollo Social. En resumidas cuentas, la gente coincide en algunos temas. Se habla sobre formas de contención para los jóvenes. Se discute cómo convertir algunos espacios públicos en lugares de esparcimiento. La gente pide becas para estudiar. O pide alguna cosa de primeros auxilios. O solicitan iluminar mejor las calles. Esas son cosas que uno a veces tiene que negociar con el Gobierno de la Ciudad. Pero lo cierto es que la cantidad de temas que estos foros abarcan es interesantísimo. Además, hemos creado la escuela de capacitación comunitaria, de la cual salieron
ya los primeros egresados,; es un curso de dos meses, donde intervinieron una cantidad de profesores de las diversas disciplinas para ir afrontando todos los temas que en una comunidad se van a presentar. Donde, entre otras cuestiones, se tratan problemas relacionados con el sida o problemas de violencia familiar. La idea es que esa mesa barrial este en condiciones de detectar a tiempo situaciones, problemas, transmitirlas acá para que se puedan ir solucionando. En definitiva, la conflictividad siempre está presente en las sociedades, y esa conflictividad es lo que hay tratar adecuadamente, a través del Estado y de sus múltiples agencias. Si creyéramos que la seguridad democrática es un problema penal, cuyo tratamiento es, simplemente, policial, quiere decir que no hemos entendido absolutamente nada.”